Notas de Viaje (2)


Las naves no sobreviven en los desiertos.
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Quienes las observan pasar, rodando sólo por su inercia, las ven también con tristeza detenerse agotadas para morir en silencio, observando con nostalgia anhelante los horizontes que no llegarán a alcanzar.
El tiempo y los desiertos las sepultan. Sus ruedas en las arenas, y su armadura oxidada olvidan lentamente su sed de viaje y de distancias. El cielo abierto es el gran acusador y el sol satélite las confronta sólo con la forma partida de su sombra cambiante. La señal estática del olvido que late entre amaneceres y atardeceres desolados.
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Por eso fui al desierto a buscar mi nave.
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Lejos de donde nos separamos la última vez, la encontré también vencida. Todo su vigor y furias de antaño que latían en sus poderosas combustiones y su irrefrenable paso que desafiaba todo obstáculo y altura que se interpusiera por delante, se encontraba ahora durmiendo olvidado en los últimos tramos de rieles que dejamos atrás.
Porque lejos de sus cualidades, una nave no puede desafiar obstáculos sin su Tripulante. Y el Tripulante no puede desafiar distancias sin su transporte.
“El fin de las vías sólo marcó el fin de las referencias. El camino que sigue en adelante es el que nadie antes ha recorrido, la ruta de nuestra leyenda” – le dije.
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Y sentado junto a esa enorme bóveda metálica, durante las próximas horas, ambos contemplamos el horizonte en silencio.
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(Notas de Tripulante)
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Notas de Viaje (1)


Hoy el tren del tiempo no se detuvo.
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Día gris, y he pasado otro día más viajando a toda velocidad por el desierto solitario. Mirando al horizonte no diviso estación adonde hacer pie. Ya está atardeciendo y seguiremos.
Fatigado por mis intentos de intentar controlar el ritmo del tiempo, decido asumir el rol de un simple pasajero. Dejarme llevar por su silencioso e inexorable fluir. Por alguna extraña razón, me conmueven las formas cambiantes de los paisajes que van quedando detrás.
Otro día navegando el aire, flotando al ras del suelo que fluye a contracorriente. Por la ventanilla, la inercia de las imágenes en velocidad pintan el aire de un degradé difuso. Los relieves en el horizonte serpentean en una danza sensual.
Y en el desierto sólo queda el eco del rugido metálico de mi nave.
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Hay días en que sólo corremos, sin detenernos.
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(Notas de Tripulante)