Notas de Viaje (5)


Es una trampa.
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Alguien nos espera más adelante en la ruta. Ellos saben adónde vamos; saben que venimos.

Pararemos caída la tarde. Todo aquel que pueda, que ayude a remover la coraza de los rieles. Montaremos un campamento al pie de las montañas, haremos fuego y aguardaremos allí mismo al paso de la noche. Las estrellas tendrán algo importante que contarnos.

Mañana volveremos a viajar fuera de ruta, a horizonte abierto, sin la compañía de los rieles pero en dirección certera. Conozco el dolor del viaje solitario, pero necesitamos volver a aprender a ser impredecibles.
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Son órdenes del Capitán.

Yo soy sólo un Tripulante.
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(Notas de Tripulante)
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Notas de Viaje (4)


Quién puede moverse entre tanta estática, cuando el menor movimiento puede detonar una descarga letal.

Somos metal y piel en un campo magnético que fluye continuamente, y no llevamos descarga a tierra. El aire húmedo (cargado de llanto, quizás) nos acecha amenazante mientras nos deslizamos con la decisión de una tormenta devastadora.

Este lugar está lleno de esperanzas vacilantes que se durmieron en el aire, y ahora laten en la espera de sus dueños, sobrecargando el ambiente de un peligro inminente. Si por error nos detuviésemos aquí, no habría empresa capaz de volver a ponernos en marcha de regreso.

El espacio está desesperado de movimiento, y nosotros nos movemos en él sin sigilo. Porque sabemos que todo estará bien mientras la materia nos resbale.


(Notas de Tripulante)

Notas de Viaje (3)



Marchamos incansables, mi nave y yo; rodando aunque el peso lastime sus ruedas de metal contra las rocas. Ahora que tenemos dirección, seguiremos hasta el fin.

El sol se ha puesto en el horizonte y la sombra extendida vuelve a delatarnos abriéndonos paso en la inmensidad del desierto.

Rugen los motores mientras queman sus engranajes de fuego; poco a poco se hace sentir la vibración de la armadura en la carrera, y a medida que toma velocidad, la nave vuelve a hacerse amiga del viento. Es una buena señal. Un tripulante sabe que la velocidad es una brújula en la odisea del tiempo.

Marchamos firmes sobre el terreno, haciendo caso omiso de mis ansias de levitar. Porque en el momento en que su estructura pueda soportar mi ausencia de peso, volveremos a tomar vuelo, y nuevamente los detalles que vemos tan nítidos, se tornaran en bruma bajo el viaje inexorable del Tiempo.


(Notas de Tripulante)

Notas de Viaje (2)


Las naves no sobreviven en los desiertos.
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Quienes las observan pasar, rodando sólo por su inercia, las ven también con tristeza detenerse agotadas para morir en silencio, observando con nostalgia anhelante los horizontes que no llegarán a alcanzar.
El tiempo y los desiertos las sepultan. Sus ruedas en las arenas, y su armadura oxidada olvidan lentamente su sed de viaje y de distancias. El cielo abierto es el gran acusador y el sol satélite las confronta sólo con la forma partida de su sombra cambiante. La señal estática del olvido que late entre amaneceres y atardeceres desolados.
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Por eso fui al desierto a buscar mi nave.
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Lejos de donde nos separamos la última vez, la encontré también vencida. Todo su vigor y furias de antaño que latían en sus poderosas combustiones y su irrefrenable paso que desafiaba todo obstáculo y altura que se interpusiera por delante, se encontraba ahora durmiendo olvidado en los últimos tramos de rieles que dejamos atrás.
Porque lejos de sus cualidades, una nave no puede desafiar obstáculos sin su Tripulante. Y el Tripulante no puede desafiar distancias sin su transporte.
“El fin de las vías sólo marcó el fin de las referencias. El camino que sigue en adelante es el que nadie antes ha recorrido, la ruta de nuestra leyenda” – le dije.
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Y sentado junto a esa enorme bóveda metálica, durante las próximas horas, ambos contemplamos el horizonte en silencio.
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(Notas de Tripulante)
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Notas de Viaje (1)


Hoy el tren del tiempo no se detuvo.
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Día gris, y he pasado otro día más viajando a toda velocidad por el desierto solitario. Mirando al horizonte no diviso estación adonde hacer pie. Ya está atardeciendo y seguiremos.
Fatigado por mis intentos de intentar controlar el ritmo del tiempo, decido asumir el rol de un simple pasajero. Dejarme llevar por su silencioso e inexorable fluir. Por alguna extraña razón, me conmueven las formas cambiantes de los paisajes que van quedando detrás.
Otro día navegando el aire, flotando al ras del suelo que fluye a contracorriente. Por la ventanilla, la inercia de las imágenes en velocidad pintan el aire de un degradé difuso. Los relieves en el horizonte serpentean en una danza sensual.
Y en el desierto sólo queda el eco del rugido metálico de mi nave.
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Hay días en que sólo corremos, sin detenernos.
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(Notas de Tripulante)